¿Cómo combatir la estacionalidad en la alimentación?

El buen tiempo o el mal tiempo provoca cambios en la alimentación, como también sucede con los hábitos de vida, los horarios laborales o, incluso, el estado de ánimo. Las empresas agroalimentarias no pueden influir en muchos de estos aspectos, pero sí pueden luchar contra una de las problemáticas más determinantes en los picos de ventas: la estacionalidad. Es decir, la relación de dependencia del consumo de determinados alimentos con respecto a un período de tiempo concreto, como una estación o unos meses concretos del año.

Para hacer frente a la estacionalidad en la alimentación es fundamental conocer bien el producto, así como la forma en la que es consumido por los diferentes tipos de personas que los adquieren y cómo son estos consumidores. No olvidemos el famosísimo caso de Aquarius, que se lanzó al mercado como una bebida exclusivamente para deportistas después de la práctica deportiva y al final amplió sus horizontes al público generalista. De hecho, apareció en 1992 coincidiendo con las Olimpiadas de Barcelona. Pero comenzó a recomendarse para hidratarse y, gradualmente, su consumo se extendió más allá del mundo del deporte. La marca lo identificó rápidamente y cambió su línea de comunicación para dirigirse a su nuevo público objetivo.

Tras la pertinente investigación de mercado para combatir la estacionalidad se obtendrá una valiosísima base informativa que habrá que aderezar con grandes dosis de innovación y creatividad. Innovación para desarrollar nuevos productos basados en los datos que aportan los clientes y creatividad para ser capaz de hacer atractiva la nueva propuesta.

Un reciente y buen ejemplo de adaptación a las diferentes épocas del año han sido los populares bombones de Ferrero Rocher, que se comercializan bajo la premisa de la exclusividad de poder comprarse solo en los meses de invierno para mantener sus propiedades y que sean consumidos en las más óptimas condiciones. De hecho, en su web se vanaglorian de haber vendido cero bombones durante el verano. Sin embargo, recientemente se han lanzado al mercado de verano ideando unos helados con estos bombones. No siempre es tan sencillo ganar la batalla a la estacionalidad. Todo depende de la familia de productos.

El ejemplo más extremo son los dulces navideños y los helados, claramente encorsetados en el mes de diciembre y en los meses de verano, respectivamente. Tanto es así que en los supermercados no se pueden comprar mazapanes o turrones fuera de la época navideña, aunque es cierto que la campaña cada vez comienza antes. Sin embargo, esto no ha logrado aumentar el consumo significativamente. Con los helados pasa algo similar. Muchos de ellos están disponibles todo el año, pero su consumo es anecdótico durante el invierno.

Los procesos de elaboración y las formas de conservación de los alimentos han logrado romper la estacionalidad de muchos productos y, gracias a estos métodos, es posible consumir unas alcachofas en agosto y unos espárragos en enero o disfrutar de unos garbanzos en cualquier época del año. Así se ha roto la estacionalidad intrínseca de algunos alimentos. Sin embargo, la estacionalidad sigue existiendo a causa de la demanda del consumidor que varía a lo largo del año. En el caso de las legumbres, por ejemplo, el consumo en los hogares baja significativamente entre los meses de junio y agosto y vuelve a aumentar de forma importante desde septiembre hasta la llegada del verano.

Antes este contexto, estas son algunas claves que pueden aplicar las empresas agroalimentarias para combatir la estacionalidad o, al menos, para paliarla.

 

Métodos de conservación para combatir la estacionalidad

Un producto siempre disponible en los lineales de los supermercados habituará al cliente a su consumo. Pero lo ideal es combinar esta premisa con la sostenibilidad, por lo que será necesario optar por métodos alternativos de conservación. Algunas alternativas son la salazón, el ahumado, el congelado o las conservas vegetales.

 

Formas de consumo y presentación alternativas para combatir la estacionalidad

Si pretendemos que los consumidores compren nuestros productos durante todo el año, debemos atender a los cambios alimentarios que se producen a lo largo de este tiempo y presentar los productos de una forma atractiva y adecuada para cada momento. En el caso de las legumbres, por ejemplo, no es igual de apetecible un cocido en inverno que con 40º C en agosto. Sin embargo, a esa temperatura sí apetece una ensalada de lentejas, un salteado de alubias blancas con setas shiitake o un humus de garbanzos con snack de verduras para untar.

 

Impulsar el consumo del producto en la época menos demandada

Hay que promover el consumo cuando este cae. No aceptemos la estacionalidad porque no podemos cambiarla, cambiémosla porque no podemos aceptarla. Normalmente las empresas parecen desaparecer en los meses en los que cae el consumo cuando debería hacerse un esfuerzo extra. Tanto a nivel de cada una de las empresas como a nivel sectorial porque esto repercutiría en el beneficio de todas.

 

Conclusión: Hábitos VS Estacionalidad

Todas estas propuestas avanzan hacia el factor clave: cambiar los hábitos de los consumidores. No es fácil, requiere tiempo, dedicación y esfuerzo. Pero, ¿no es eso lo que llevamos haciendo desde nuestros orígenes las empresas agroalimentarias?

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